Pocas de las habilidades que una persona puede adquirir a lo largo de su vida está a menudo tan subestimada como el caminar. Y con eso no me refiero (basicamente ya llegamos al núcleo del problema) a ser capaz de desplazarse a pie, por ejemplo desde la habitacion a la cocina. La mayoría de la gente es capaz de hacer eso. Se trata de mucho más. Se trata de hacer rutas más largas o rutas no necesariamente tan obvias, usando el caminar como un forma versátil de enfrentarse a los distintos retos de la vida. Pues una vez que te involucras en caminar, las posibilidades que esto te ofrece, son muchísimas.
Quizás se subestime el caminar porque, a diferencia de otras habilidades como por ejemplo cantar, hacer juegos malabares o editar videos, que se aprende de forma consciente y con esfuerzo, andar suele formar parte del equipamiento básico que tiene un ser humano a su disposición desde su primer año de vida. Después de habilidades que en retrospectiva parecen casi banales, como la capacidad de reconocerse las propias manos o la capacidad de girar sobre uno mismo, ya llega el turno de ponerse de pie y poco después echarse a andar. La naturalidad que acompaña esta habilidad contrarresta la idea de que sea un gran tesoro.
Pero una vez que controlas el caminar físicamente y mentalmente, (si solo tienes suficiente tiempo) tienes literalmente el mundo a tus pies. Físicamente hablando, los humanos son inferiores a varias criaturas terrestres del mundo en muchos sentidos. Lo único en que siempre destacan de una manera positiva es en su aguante. Un humano puede recorrer hasta 200 kilómetros en 24 horas a pie. Aunque caminar no sea tan rápido como correr, para una persona entrenada es relativamente fácil y puede ser utilizado casi ilimitadamente. Sólo esa habilidad ha empoderado nuestra especie para llegar incluso a los rincones más remotos del mundo. (Con la excepción de la ayuda ocasional de embarcaciones, ya que caminar sobre el agua está reservado exclusivamente a Jesús – al menos eso es lo que se rumorea en varias iglesias.)
Con el tiempo, para los humanos surgieron muchas alternativas a desplazarse por tierra, que superaban con creces a el caminar en términos de velocidad: las diferentes monturas, bicicletas, coches, motocicletas, aviones, helicópteros y mucho más. Sin embargo, todos ellos tienen una desventaja decisiva en comparación con caminar en cuanto al terreno. Las monturas avanzan más lentamente cuando la vegetación se vuelve más densa, las montañas empinadas son completamente inadecuadas para ellos e incluso los llamados vehículos todoterreno sólo funcionan en un terreno que al menos tiene las características básicas de una carretera. Los aviones son muy rápidos, pero sólo pueden despegar y aterrizar en condiciones especiales. Por otro lado, una persona usando sus piernas (y ocasionalmente también los brazos) puede ser muy lenta, pero siempre encontrará su camino a todas partes.
Una vez que te das cuenta de esto, te llega una embriagadora sensación de libertad. “¡Puedo ir a donde quiera y no necesito nada para hacerlo!” Si sometes esa idea a un control de la realidad, sólo se vuelve más poderosa, ya que normalmente ni quieres llegar al rincón más remoto del mundo, pero sí puedes acceder a una infinidad de lugares en las inmediaciones; ya sea en una zona industrial, en el tejado de un edificio residencial, en un bosque, en las montañas, en una cueva o en la costa. De esta manera aumenta la cantidad de lugares que puedes alcanzar, el mundo se siente mucho más grande y con más que ofrecer. A diferencia de estar sentado dentro de un medio de transporte, al caminar no estás aislado del mundo, sino conectado a él; receptivo, abierto a la interacción. En lugar de aislar tus sentidos del mundo, se estimulan. Y te sorprendería saber cuánto hay por descubrir en casi todas partes y todo lo que puede suceder si te atreves a salir de los caminos corrientes y sigues libremente tus instintos.
Caminar no es sólo físico, sino también mental. A veces hay que tener mucha paciencia y fuerza para recorrer distancias largas o difíciles. Especialmente cuando no estás acostumbrado, te puede llegar a parecer desacertado, que conlleva demasiado tiempo y que resulta demasiado agotador. Sin la protección de un vehículo, te vuelves vulnerable a los peligros y los imprevistos del entorno, lo que a menudo requiere mucha valentía. No hay duda, requiere esfuerzo y tiempo a acostumbrarse. Pero las cosas más valiosas suelen ser las más arduas y cuando a cambio te entra la sensación hipnótica de que el mundo entero pasa bajo tus pies, todo lo demás pierde significado y es reemplazado por la paz. Todo esfuerzo previo se vuelve irrelevante.
Caminar no es algo que se realiza por sí solo. También es la base de otra habilidad últimamente cada vez más subestimada: la orientación – que se sustituye más y más por los aparatos electrónicas. El sentimiento de saber dónde te encuentras, dónde podría estar algo que estás buscando y de cómo llegar allí está básicamente dentro de cada uno de nosotros. Sin embargo, como todo, cuanto más lo practicas, mejor funciona. Caminar, a su vez, proporciona la base mas fértil de datos. Cada paso hacia lo desconocido es una nueva experiencia que podemos utilizar para lograr mejor nuestro objetivo la próxima vez. Te sorprenderia lo cerca que están algunos lugares entre sí y todo lo que puedes encontrar en entre ellos si solo los recorrieras andando.
Por último, pero no menos importante, caminar no es sólo un recurso individual, sino una práctica que tiene graves consecuencias para la vida social. Determina cómo somos percibidos por los demás. Así como la evolución nos ha enseñado a leer, interpretar y actuar sobre los matices más pequeños de las expresiones faciales y las voces de quienes nos rodean, los humanos también leemos el andar de los demás. Es tan natural que no requiere ninguna acción consciente. Por ejemplo, la forma en que caminas a menudo determina a los ojos de gente desconocida si perteneces a un lugar o no. Una manera de andar decidida con la cabeza levantada muestra confianza en uno mismo y aplomo, mientras que una cabeza baja, un caminar furtivo y los brazos pegados al cuerpo sugieren inseguridad y vulnerabilidad, un caminar disoluto con los brazos abiertos da la impresión de arrogancia, para esbozar sólo algunos estereotipos simplificados. No en vano “¿Cómo va?” es probablemente una de las preguntas más comúnes y fundamentales que nos hacemos todos los días.
Camina como lo haría la persona que quieres ser y te acercarás mucho más a ella.