En este momento estás viendo Violencia y percepción de espacio

Violencia y percepción de espacio

Mompós, Departamento de Bolívar, Colombia

Siempre que estoy en un lugar nuevo, quiero ver tanto de los alrededores como sea posible. Aquí incluso más ya que las plantas y los árboles son espectaculares hasta en el centro de la ciudad. Ni siquiera puedo ver a los pájaros responsables, pero sus cantos me parecen extraños y mágicos. Aun después del atardecer todavía hace demasiado calor. El aire es húmedo. La temperatura no baja de los 25 grados por la noche, pero de todos modos decido salir a correr. Usando mi mapa, rápidamente encuentro un camino rural que se aleja de la ciudad y pasa por algunos pueblos cercanos, en total unos 15 kilómetros y como no hay muchos desvíos, no me puedo perder demasiado. Prácticamente perfecto.

 

Estoy a punto de salir, cuando veo a una vecina y decido obtener más información. Al final, no siempre se puede confiar en los mapas. La pregunto por la ruta a San Pedro y Juana Agustina. Me mira como si nunca hubiera oído hablar de estos pueblos, aunque en realidad no están tan lejos. Le describo la dirección.

– Si vas en esa dirección, llegarás a la carretera.

Me parece que estamos a punto de entendernos.

– Exacto, me refiero al camino y a los pueblos del otro lado de la carretera.

– Ah no, esos lugares son peligrosos, es mejor que te quedes en la ciudad – me dice con mucha firmeza y me mira como si todo esto fuera una idea muy extraña, tal vez incluso estúpida.

Me hago una idea de a lo que se refiere, pero prefiero entender mejor la situación y le vuelvo a preguntar. Quizás sea peligroso porque me podrían atacar perros salvajes, que hay muchos por la zona, o porque me podría atropellar un coche. Sigo preguntando.

– ¿Por qué son peligrosos?

Ahora definitivamente me está mirando como si no solo la idea fuera estúpida, sino como si el estúpido fuera yo.

– Porque hay lugares que son muy peligrosos – me dice, como si estuviera explicando algo muy obvio a un niño pequeño. Decido aceptarlo así, sigo su recomendación y me voy a correr dentro de la ciudad esa tarde. A veces es mejor confiar que comprender.

 

Por la mañana de ese mismo día pasé un buen rato en el malecón del río hablando con un hombre joven. Hablábamos de varias cosas, pero lo que recuerdo más vívidamente de la conversación es cuando me comentó de las actividades de los “Paracos”, milicias paramilitares que operaron en esta zona durante la presidencia de Álvaro Uribe Vélez desde 2002 al 2010 (e incluso después). Entre otras cosas, me explicó cómo la mayoría de la gente evitaba todas las excursiones y viajes innecesarios, especialmente después del atardecer, y en general preferían no alejarse demasiado de sus hogares. En caso de duda, lo mejor era quedarse dentro de sus casas, si era posible. A veces escuchaban disparos a cierta distancia o veían cadáveres flotando en el Río Magdalena desde la orilla. Pero incluso si no habían visto ni oído nada, era muy posible que los paramilitares estuvieran cerca. Cuando le pregunté dónde quedaban las milicias, si no estaban haciendo incursiones, hizo un gesto general hacia el otro lado del río y sólo dijo «En el monte». Aunque en realidad no hay ninguna montaña en esta zona, estaba claro a qué se refería. Estaban fuera de la vista, tal vez más lejos, tal vez detrás de los siguientes matorrales, en todos lados y en ningún lado, siempre cerca, donde no los ves, donde no los esperas, a donde no vas, Terra nullius, Mordor – llámalo como quieras.

 

Desde 1948, Colombia está inmersa en un conflicto violento en constante cambio, que comenzó como violencia entre conservadores y liberales y se convirtió en una guerra civil entre varios grupos rebeldes de izquierda, en particular las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) por un lado, y las fuerzas de seguridad del estado, así como varias milicias paramilitares de derecha, por otro lado. Para complicar las cosas, el conflicto está entrelazado con el tráfico internacional de drogas, varios cárteles colombianos en ambos lados y una interferencia externa por los Estados Unidos como parte de su “guerra contra las drogas”.

 

Durante la presidencia de Uribe, el conflicto adquirió una nueva dimensión. Decidió aumentar la presión contra los rebeldes, utilizando a los paramilitares de derecha bajo del paraguas de las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia). Los armó más y, entre otras cosas, ofreció recompensas individuales por rebeldes asesinados. Como era de esperar, resulta que si se da recompensas a las milicias por asesinatos fuera de la jurisdicción, las cosas pueden salirse de control. Durante este tiempo no sólo fueron asesinados muchos guerrilleros de izquierda, sino también, como parte del escándalo de los falsos positivos, muchos civiles inocentes a quienes hicieron pasar por rebeldes para cobrar las recompensas. Pero la cosa no se quedó ahí. Las milicias recorrían el país y asesinaban la población civil para robar a sus víctimas. En ocasiones asesinaron también para demostrar su poder o como parte de luchas internas. Y si no había otra razon, también mataban porque simplemente era lo que estaban acostumbrados a hacer.

 

Se estima que 218.000 personas murieron en el conflicto en Colombia entre 1958 y 2012, el 81% de las cuáles eran victimas civiles. Según la ONU, en 2008 los paramilitares de derecha fueron responsables del 80% de los muertos. Pero en general, la violencia contra civiles también proviene de las guerrillas de izquierda, los cárteles y las fuerzas armadas estatales. Colombia es actualmente el país con más desplazados internos del mundo: se estima que son entre 4,7 y 5,7 millones de personas. Normalmente no reciben ni reconocimiento como refugiados ni ayuda del estado.

 

Aunque las actividades de los paramilitares se han reducido significativamente en la actualidad, la experiencia de la violencia omnipresente está teniendo un grave impacto en la percepción colectiva de la gente en cuanto a seguridad y a espacio se refiere, y está decidiendo sus acciones diarias. Normalmente no se va a ningún lugar sin una buena razón, especialmente si ese lugar es desconocido o no se considera seguro. La diferencia entre la seguridad percibida y la real es irrelevante para el tratamiento del espacio y el comportamiento de las personas. Los lugares se consideran inseguros porque están percibidos como inseguros. Dadas las numerosas experiencias directas e indirectas de la violencia que ha tenido la mayoría de las personas aquí, es una percepción que debe respetarse. A veces es mejor fiarse de lo que te dicen que comprobarlo por uno mismo.

Deja una respuesta