En este momento estás viendo Rombon

Rombon

Había sido una subida larga y agotadora, pero un día hermoso. El sol ardía caluroso y desnudo. Mientras bebía grandes tragos de su botella de agua, finalmente pudo ver la cima de la montaña. Sintió una incomodidad. La llamó incomodidad (¿qué exactamente es eso?), porque no quería admitir que era miedo. En realidad, no importaba si uno se caía desde 15 metros, 150 metros o 1500 metros, se decía para calmarse. El objetivo estaba cerca, así que había motivo para alegría: allí esperaba la vista, el descanso, la satisfacción. 

Fue rodeado de latas oxidadas que habían quedado de los soldados que estuvieron estacionados aquí en lla montaña durante la Primera Guerra Mundial. Así que hace 110 años o más. Las latas estaban completamente oxidadas y hasta agujereadas, pero aún se reconocían como latas. Se levantó y siguió adelante, adentrándose más en las instalaciones del búnker que había que atravesar por el camino a la cima.

Ya estaba muy alto, encima de la línea de árboles. Casi no se oía nada más que el silbido del viento, aunque muy fuerte. La idea de que aquí alguna vez estuvieron soldados le dio un poco de tranquilidad; al fin aquí hubo mucha gente alguna vez, incluso por mucho tiempo, así que no estaba del todo fuera de lugar estar aquí. Al mismo tiempo, muchas personas murieron aquí, pero no fue la montaña la que las mató. Al menos no principalmente. Hubo disparos, artillería, quizás incluso puñaladas, pero también frío, hambre, enfermedades: la montaña no fue completamente ajena a ello. 

Avanzar se volvió cada vez más difícil y tuvo que retroceder muchas veces para encontrar el camino correcto. Este estaba cada vez más cubierto de maleza y bloqueado por piedras. Al mismo tiempo, como restos del sistema de búnkeres, aparecieron numerosos otros caminos en todas direcciones. A veces tuvo que trepar muros; con más frecuencia se detenía y miraba desde puntos elevados para decidir cómo avanzar mejor. 

Después de un rato, llegó a la última pared empinada que conducía a la cima. La sombra que proyectaba hizo que el aire se enfrió notablemente. En la sombra del viento reinaba ahora un silencio absoluto. Solo estaba rodeado de rocas, piedras y cascajo, sin ningún verdor. La ausencia total de vida hacía que el lugar se sintiera aún más amenazante. 

Rodeó la pared hasta encontrar el lado más plano para escalar. El camino había desaparecido hacía tiempo, pero estando tan cerca del objetivo, era obvio por dónde continuar. Avanzaba muy lentamente. Su camino estaba cubierto por piedras cada vez más pequeñas, de modo que cada paso podía hacer que el suelo bajo sus pies se deslizara por la pendiente empinada. 

Sus pasos se hicieron cada vez más cortos; pronto tuvo que gatear cuando la dificultad aumentaba. No estaba lejos del siguiente punto donde superaría el paso difícil. Estaba tan cerca que no se había dado cuenta de que el terreno había pasado de muy complicado a peligroso para la vida. 

Con los últimos pasos que dio, no estaba seguro de si había avanzado o retrocedido. Las piedras que se deslizaban provocaban pequeños aludes. Solo era cuestión de tiempo antes de que él también resbalara y formara parte de uno. Por su peso, aceleraría en muy poco tiempo. 

Se detuvo un momento y respiró profundamente. Al volverse cada vez más lento, ahora no sabía ya ningún movimiento que fuera realmente seguro. Ya no le divertía. Tenía que bajar, pero no sabía cómo. Vio algunos puntos a los que podría agarrarse para sostenerse, pero estaban fuera de alcance. Lentamente, muy lentamente, se giró de cara a la pendiente. Se tomó su tiempo para buscar por dónde bajar. Primero identificó un punto que debía alcanzar para salir de lo peor, donde ya no habría peligro. 

El descenso duró lo que pareció una eternidad. El silencio sepulcral que lo rodeaba desde hacía rato fue de repente interrumpido por el chillido de un ave. Era un halcón. Podría haber sido un momento mágico, pero él estaba demasiado concentrado en poner un pie delante del otro. Abajo, otra vez unas grandes rocas chocaron. Menos mal que mi cráneo no está atrapado entre ellas, pensó. 

Finalmente, volvió a tener suelo firme bajo sus pies, pudo sentarse y miró de nuevo hacia la pared. Sus manos temblaban mientras bebía grandes tragos de su botella de agua. No sabía si era por agotamiento o por miedo.

Deja una respuesta